La primera vez que estuve en Berlín fue en 2004. Sólo un día antes los terribles atentados del 11-M habían nos habían golpeado en lo más profundo de nuestro ser. Una vez en la capital alemana pude comprobar en primera persona el sentimiento europeo. El atentado no había sido sólo contra España, había sido contra Europa. Nunca he visto tantas banderas a media asta ni tantas muestras de dolor por un ataque sufrido en un país extranjero. La manifestación que aquella tarde recorrió Unter den Linden desde la Puerta de Brandemburgo hasta la Embajada de España fue impresionante. Después, he estado otras seis veces en Berlín y espero que vengan muchas más. Soy un enamorado de Alemania y en Berlín me he sentido siempre como en casa. Es una ciudad magnífica, cargada de historia, de tradición, de cultura, pero también de innovación, de reformas, de fiesta. Desde la reunificación alemana, Unter den Linden (algo así como el Paseo de los Tilos en alemán) ha vuelto a recuperar el puesto que durante muchos años le quitó la Kurfürstendamm (la avenida de los Príncipes Electores), más conocida como la Ku’damm. Pese a todo, la Ku’damm, inspirada en los Campos Elíseos de París, sigue siendo la avenida central de Berlín Oeste, en la que se aglutinan las tiendas de los más prestigiosos diseñadores, las cafeterías más concurridas de la ciudad, los mejores almacenes, muchos grandes hoteles. Alrededor de la Ku’damm se puede respirar también gran parte del Berlín histórico. En la esquina con la Witterbergplatz se encuentra la iglesia del Recuerdo, que fue mandada construir por el káiser Guillermo. Hoy, la iglesia (o más bien lo que queda de ella) es famosa porque sigue presentando a todo el que quiera mirarlos los efectos de las bombas de la Segunda Guerra Mundial. Sus cúpulas derruidas son un recuerdo permanente (de ahí su nombre) de los peores años de Berlín. La Ku’damm ha sido siempre lugar de ocio y compras. Lo fue en siglos pasados y lo sigue siendo. De hecho, prácticamente al lado uno del otro, se encuentran los almacenes KaDeWe, los más antiguos de la ciudad, y el Europa Center, construido en los años 70 y considerado como uno de los edificios más altos de Berlín. Para mí, sin embargo, el mayor atractivo de la ciudad está en el Este, en el centro verdadero, el Berlín-Mitte de siempre. La Puerta de Brandemburgo da paso, por un lado, a Tiergarten, el mayor parque de la ciudad, en el que se encuentra la Columna de la Victoria y la avenida del 17 de Junio, en la que tenían lugar los desfiles de los nazis y por la que entraron las tropas soviéticas en 1945. Por el otro, Unter den Linden, con sus cafés señoriales, sus hoteles de lujo y sus magníficas embajadas. Alrededor de esta avenida nos encontramos con los monumentos más visitados de la ciudad. El Reichtag se ve prácticamente desde todos los rincones del barrio. Pero también la cúpula de la Catedral, tras la que se encuentra la Isla de los Museos, toda ella declarada Patrimonio de la Humanidad. Todos son maravillosos, pero a mí me encantó sobre todo el Museo de Pérgamo, en el que se encuentran la Puerta del Mercado de Mileto o la Puerta de Istar. Los amantes de Egipto pueden ver también el archiconocido busto de Nefertiti (en el Neues Museum) y los aficionados a la pintura no pueden perderse la Galería Nacional. Son tantas las cosas que me gustan de Berlín que no encontraría espacio suficiente para reseñarlas. Hay, por supuesto, un Berlín más reciente, más dolorido, más histórico. Tampoco podemos perdérnoslo. El Museo Judío o el monumento del Holocausto tienen por sí mismos la capacidad de dejar helados a todos aquellos que tengan un mínimo de sensibilidad. No hay que perderse tampoco Alexanderplatz y sus alrededores, con la torre de televisión desde la que se divisa toda la ciudad. Tampoco, por supuesto, Potsdamer Platz, convertida en un tiempo en el mayor solar de Europa y hoy en uno de los mejores ejemplos de arquitectura moderna del mundo. Casi al lado están los restos del muro que un día dividió la ciudad y el Checkpoint Charlie, quizá el más famoso punto fronterizo entre las dos zonas, Este y Oeste, de Berlín. Con este recorrido, el visitante primerizo quizá podrá llevarse una buena impresión de la ciudad. Pero hay más, desde luego. Después de tantas visitas, sigo queriendo adentrarme más y más en la ciudad. Y no sólo en los monumentos. Berlín, como decía, es mucho más. Tiene excelentes teatros, magníficas óperas, divertidísimas discotecas, bares de diseño… franciscompastor@gmail.com
Viaje pendiente. Me queda mucha Europa que ver
Un alemán me llegó un día y me dijo: «Existe algo interesante que ver en Madrid?»
Y yo le dije: todo lo que no hay en Berlín.
Jajaj. Lo que me reí..
¡Entran ganas de coger un avión mañana mismo! Gracias por enseñarnos Berlín.